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Dicho esto, se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo. Oír las palabras de Jesús y escabullirse uno tras otro, comenzando por los más viejos, todo fue uno. Jesús se quedó solo, con la mujer allí en medio. 10 Se incorporó y le preguntó:

— Mujer, ¿dónde están todos esos? ¿Ninguno te condenó?

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